lunes, 23 de mayo de 2011

Filosofando...

El cielo está en los libros.
La historia es quien canoniza, ensalza o idolatra a las personas, solo las “elegidas” serán reflejadas en ella, la preponderancia, la arrogancia …están deletreadas por doquier con nombres y apellidos, que si aquel faraón reinó así, que si aquel otro vapuleó a un millón de enemigos, que aquel rey murió de pena por una mujer, que un papa dinamitó la fe de una porrada de creyentes… un sin fin de obras firmadas por omnipotentes cabecillas cuando lo único que hicieron fue destrozar la vida de tropecientasmil personas esclavizando su retozar por el tiempo para engordar un capricho tan vacío como era su propio fenecer. Ningún “monumento” fue erigido con el sudor de las personas “celestiales” de los libros, el picapedrero Ramón Perez no figura, el albañil Ignacio Gomez tampoco, los esclavos servidores y acarreadores… tampoco. Un portazo lóbrego, un giro vivaz, espolvoreemos el maná desde la tecnología, icémoslo a los compartimentos del navío espacial y desde allí rociemos la nave Tierra, aprovechemos el entendimiento para regresar a la sensatez del principio, caminemos en cueros con cordialidad, relajemos la soberbia, enterremos la vanidad sublime del magín humano y démonos las manos con aprecio. El cielo está en los libros, es donde únicamente podemos dirigir nos si queremos comparar, la historia nos ofrece todas las vanidades y mentiras de la subsistencia humana, atropellos, barbaridades, panaceas y necedades, qué hipócritas son las verdades de la historia, las mentiras son de algazara, las bibliotecas están rebosantes de pantomimas vergonzosamente defendidas por personas de historia, narraciones pueriles capitaneadas por el estandarte de la hipocresía. Por figurar en los relatos de la “gloria” las personas hipotecan la sensatez de miles de semejantes encenagando con su limo lo más esencial de sus pensamientos, obligando a muchas personas a prostituirse para ellas, el alto copete, la alcurnia han de ir restaurándolos constantemente, han de desembolsar a cada paso mil duros de poca vergüenza, las personas que engordan el “cielo” de los libros son el tarquín que obstruye la verdadera novela de la vida.
La gloria, lo siento pero tengo un breve presentimiento, es ilustrar con deliciosos avatares la vereda rectilínea de unas primaveras que no volverán.
06-07-2000

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