Tic, tac, tic, tac... el
reloj impasible nos apunta que el tiempo prosigue su camino, el
pensamiento de aquel “maestro” era un huracán, su actividad
imaginaria combinaba lentamente cada posibilidad, sentado frente a
aquellas figuras “ordenaba” con exactitud la posibilidad de que
con un movimiento acabara el trance, pero el tiempo lento pero
impasible desmontaba sus combinaciones, releía de nuevo las
posibilidades pero no encontraba la forma de “apuntillar”, él
veía claro que su posición era ganadora, sin embargo entendía que
el “luchador” que organizaba la defensa-ataque del otro lado de
la “contienda” disponía de recursos suficientes como para ganar
la “batalla”, era un espectáculo apasionante, con movimientos
lentos pero precisos transcurría la contienda. Nunca había
experimentado aquel sabor a derrota, en sus cábalas entrelazaba un
mosaico de realidades, desde que dejara su trabajo para dedicarse a
esta profesión (en la que era el mejor con diferencia) su arrogancia
acompañada de su “sabiduría” había humillado a infinidad de
contrincantes, no entendía que ahora, aquel “mediocre” le
hiciera sufrir de tal manera... ...Si hubiera seguido con mi
profesión nunca me hubiera pasado ésto -venia a sus pensamientos-
mientras no encontraba la manera de rematarlo, sufría, notaba su
arrogancia destruida, estaba acostumbrado a no perder nunca, su
antiguo trabajo quizá sea de los pocos en los que casi nunca pierdes
“lo cual te lleva a ser prepotente” ahora estaba ante una partida
de ajedrez que si la perdía dejaría de estar imbatido y comenzaría
su debacle... ...Volveré a ejercer de juez.
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