Se ha roto todo, sí, el elefante en la cacharrería ha entrado
sin darnos cuenta y desde la porcelana china hasta la cristalería de bohemia,
pasando por la loza de Talavera… han sido hechas añicos, en muchos casos
irreparables, aquello que sólo vemos cuando nos apetece es egoísmo cruel, el
elefante nos ha roto lo más preciado y al mismo tiempo nos ha abierto los ojos,
nos ha demostrado que sin derrochar el hábitat corporativo nuestra casa, el
planeta funciona. El Covid 19 ha entrado con todo su poder destructivo en las
casas donde depositamos a lo más querido, nuestros padres, nuestros abuelos, para
verlos sólo cuando nos apetece, egoísmo salvaje diría yo, sí, el elefante ha
roto también ese egoísmo, lo ha convertido en fragmentos de humildad, ha
despertado la dignidad que en muchos casos habíamos olvidado, el bicho
invisible ha organizado al ser humano, le ha advertido que el patrimonio más
hermoso es la familia, los amigos y sobre todo la salud, el miedo a que todo se
rompa en nuestra cacharrería es el peor pensamiento, es la reflexión a la que
nos podemos enfrentar, el elefante imaginario, el coronavirus, ha roto nuestra
tranquilidad emocional, nos ha confinado, en definitiva nos ha vuelto humanos,
nos ha demostrado que el sentimiento hacia todo lo demás es el factor más
importante y él nos ha devuelto ese componente porque lo habíamos perdido.
Ha hecho añicos nuestro tesoro, se está cebando en la “cerámica”
más querida, esa que encerramos en la casa de muros helados y que sólo
visitamos cuando disponemos de un rato inservible, esa que acariciamos con la
dureza de saber que sin que nos echen la dejaremos “guardada” entre los muros
fríos del museo de la vanidad. Nos ha roto, o quizá nos ha devuelto la
sencillez de ser un poco humanos, la sencillez de sin tener miedo vivir un minuto
intenso cada día sin necesidad de atesorar oropel.
La vida no es correr y correr, la vida es pasear con sentido
común.
A.Hinarejos
31-03-20
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