domingo, 7 de diciembre de 2025

illapalacios, mi pueblo, mis recuerdos… Entrega VI



Después de párvulos empecé a ir a la escuela, el maestro se llamaba Federico Cabezuelo Fernández, tenía una forma bastante especial de enseñar, además de una vara que un ñaco le proporcionó, éramos no sé cuántos, 25 o 30 y lo que hacía era que el último le podía preguntar al primero y si no sabía la respuesta el primero se iba al último pupitre y el último pasaba al primero. Ahí tenías que estudiar por narices si no querías estar en la última fila. Otra cosa buena que tenía es que nos enseñaba el código de circulación “así cuando vayáis a una ciudad grande entenderéis por qué hay tantas señales indicando por dónde se circula y por dónde se ha de caminar”.

En la escuela nos daban leche y queso, dos alumnas de las clases de las niñas iban al cuarto de las ratas, que es como llamábamos al cuarto donde se guardaba la leña para la estufa y también la leche en polvo y el queso, con una caldera hacían la leche en polvo con  agua para ir a repartirla en el recreo aunque el queso era malísimo, nunca me gustó, yo me lo metía en el bolsillo y  cuando se despistaba el maestro se lo daba a otro que le gustara. La leche y el queso decían que era de los americanos por un acuerdo con Franco a cambio de las bases que tenían aquí, en fin… un tiempo lejano que espero que no vuelva.

Recuerdo también que las cuchillas de afeitar eran de la marca Sevillana, pues bien valían céntimos, no sé cuántos, pero muchos hombres en un vaso de agua con bicarbonato las afilaban dando con el dedo para allá y para acá dentro del agua, vamos que dinero había poco, yo no llegué a pasar hambre nunca pero mejor que no vuelva todo aquello porque me parece una vergüenza aunque fueran tiempos de post-post guerra, aunque también me da vergüenza ahora que haya más de 1000 personas durmiendo en la calle diariamente.

En aquellos tiempos no había tractores ni cosechadoras ni herramientas modernas, había mulas y mulos, los campos llenos de trabajadores arando la tierra para la simienza, o sea, para plantar trigo, cebada, centeno, avena… y además había muchas olivas. Prácticamente 2 meses cogiendo aceituna para llevarla a la almazara de las huertas o ir a la almazara del pueblo, un aceite virgen puro, lo mejor de lo mejor. Además después de recoger la aceituna tres o cuatro ñacos íbamos a rebuscar y cogíamos ocho o diez kg que los vendíamos a un camión que venía a la venta, todo el día con el saco en la espalda buscando  aceitunas hasta reunir, pues eso, 8 -10 kg para ayudar en casa. Eso lo hacíamos  los domingos y los sábados cuando no había colegio.


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