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En el pueblo mucha gente tenía gorrina de cría y había un “porquero de la vez''. Al lado de la almazara del pueblo había un corral que se llamaba el Encerradero y por la mañana todo el que tenía una gorrina la llevaba al corral, luego el porquero de la vez las llevaba a todas al campo a comer, las tenía todo el día por ahí y por la tarde al llegar al pueblo cada una se iba a su casa. Recuerdo una anécdota cuando mi hermana Pili tenía 3 o 4 años: la gorrina vino, porque cuando les daba suelta el porquero cada una se iba a su casa, mi hermana al ver que quería entrar y tenía la puerta medio cerrada le dijo con su media lengua “paza, paza, gorrina mía, zi te conozco, que zé que eres mía”. Es un bonito recuerdo.
En la venta éramos pocos ñacos, mi amigo Juanito (sobrino de Pedro José y Vitorina), Cote (hermano de Pedro), luego vino a vivir Mondragón que tenía un hijo de nuestra edad, también Ricardo el de los molineros se hizo una casa cerca del Pilar, tenía dos hijos Ricardín y Julio también de nuestra edad más o menos y Venturín que era un poco más pequeño pero mi mejor amigo, a veces su madre le traía la comida a mi madre para qué Venturín comiera en mi casa y él decía “esta comida que hace usted Gloria sí que está buena, no la de mi madre” y era de su madre… Bueno al mediodía la gente en el pueblo solía hacer la siesta y los ñacos nos íbamos a la plaza del pueblo a mojarnos en el pilón, pero a Venturín su madre no le dejaba, pues… ¿qué hacíamos? Nos subíamos a la cámara de su casa a jugar, recuerdo que su padre tenía una bicicleta en la cámara con las llantas sin cubiertas, imagínate el ruido que hacía la bicicleta circulando, vamos que no podía dormir y al final nos decía: iros, iros….
Por aquel entonces los padres de Cote y Pedro se hicieron una casa al lado de la de Merced que era el padre de Pistolo y de Félix, el peón caminero, delante de la casa de Merced había dos higueras una con higos blancos y otra con higos negros. No sé de dónde venían, vendrían del pueblo supongo, de casa de su abuelo, tenían un corral muy grande, entrábamos y jugamos allí a las cartas y en el invierno poníamos trampas para pillar gorriones, ese era nuestro juego y nuestros dibujos animados, esos que tienen ahora las tabletas y los móviles.

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